En referencia a la anterior publicación http://gmlopezcano.com/visibilizacion-de-los-tca/, en la que nuestra psicóloga Irene Arroyo Quirell nos habló de los Trastornos de la Conducta Alimentaria y de la importancia de éstos en el desarrollo de la obesidad, es necesario que tomemos conciencia de que en muchas ocasiones hacemos comentarios desacertados y de que, incluso, sustentamos creencias falsas o mitos sobre los mismos.
Si nos centramos en los comentarios, frutos de esas creencias -y con el objetivo de visibilizar y desmitificar todo lo relacionado con el colectivo afectado-, es importante que aprendamos a evitarlos, puesto que no hacen más que aumentar el malestar de la persona, que puede estar sufriendo o no un trastorno de este tipo, y porque, además, suelen estar exentos de evidencia científica.
Algunos de ellos pueden ser:
- Las personas que lo sufren son extremadamente delgadas, tanto que se ven insalubres.
“¡Qué delgada estás! Estás anoréxica perdida”.
“Fíjate como está y se mira en el espejo y se ve gorda”.
“A ella lo que le hace falta es un buen potaje”.
Es fundamental que conozcamos que estas personas pueden verse sanos, pueden estar en normopeso, puede parecer que tienen una relación normal con la comida… y ¡puede que esto no sea así! Como suele ser el caso de las personas que presentan Bulimia Nerviosa.
Además, si estamos ante el caso de una persona que padece un TCA con infrapeso, no le ayuda que hagan comentarios sobre su aspecto; mucho menos, si no tiene conciencia de enfermedad. Al igual que no le agrada a una persona que es de constitución delgada, sin que presente enfermedad alguna.
Por otro lado, el peso de una persona no determina la existencia de un TCA, hay personas con un IMC bajo que no lo presentan, como aquellas nombradas anteriormente que tienen una constitución delgada. Al igual que hay personas que, en otras categorías del IMC (sobrepeso I y II, obesidad… ) pueden presentar un TCA, como podría ser el Trastorno por Atracón, al igual que pueden no presentarlo. Todo dependerá de la existencia de otros factores.
En definitiva, el peso no es la única señal de alarma de la presencia de un TCA. Estos trastornos únicamente afectan al comportamiento de comer.
“Si quieres perder peso, come menos y ya está”.
“A él lo que le pasa es que come como si le fuesen a quitar el plato de las manos”.
“Está en un plan que o se lo come todo o no come nada”.
Factores que se asocian a que se desarrolle un TCA
- En primer lugar, los genes. Este tipo de trastornos están influenciados por factores genéticos, pero éstos por sí solos no predicen que alguien vaya a desarrollar un TCA, sino que son trastornos multicausales en los que los genes pueden predisponer a la persona a padecerlo.
- En segundo lugar, la historia de vida de la persona: Aprendizaje y experiencias durante la época de la niñez, tipos de apego con padres y/o cuidadores, funcionamiento y exigencias familiares.
- La sociedad también juega un papel importante: Sobreexigencias externas respecto al peso y a la conciliación de la vida diaria, apoyos y funcionamiento social, cánones de belleza, importancia de la figura corporal y sobreexposición de ésta (en redes sociales, por ejemplo), ambiente obesogénico, estrategias de márketing de las industrias de los alimentos, etc.
- El estado metabólico, energético u hormonal de la persona en cuestión.
- El funcionamiento personal: Flexibilidad cognitiva, aspectos de la personalidad (impulsividad, perfeccionismo…), estrés y exigencias internas, locus interno o externo de control y responsabilidad.
- La afectación a nivel psicológico: Reactividad emocional frente a eventos diarios, apetito y reactividad hedónica frente a alimentos, sentimientos de incapacidad y culpa, insatisfacción, frustración, impotencia, estado de ánimo bajo y ansiedad, etc.
Además, hay otros comportamientos que están involucrados en la presencia y mantenimiento de este trastorno: Conductas compensatorias después de la ingesta (uso de laxantes, diuréticos u otros fármacos), el comportamiento de otras personas a la hora de comer, práctica de ejercicio físico, la práctica de dietas reiteradas sin resultados a largo plazo…
Por último, si mantenemos la creencia de que lo único que hay que hacer es “comer menos, en unos casos; y comer más, en los otros”, lo único que vamos a conseguir es que éstas personas que lo sufren entiendan que es suficiente con ir al nutricionista, e incluso, intentar superarlo por sí mismos; cuando es necesaria la colaboración de un equipo multidisciplinar conformado por nutricionistas, pero también especialistas desde las áreas de psiquiatría, psicología y medicina.
La persona afectada elige padecer dicho trastorno.
“Si no para es porque no quiere”.
“No come para llamar la atención”.
“Lo que busca es que los padres le hagan caso”.
Como se ha citado en el punto anterior, hay muchos factores que pueden predisponer y desencadenar un TCA que, como enfermedad mental, uno no elige padecer.
Y, en cuanto al comentario sobre los padres, es importante que conozcamos que los padres, y la familia en general no son culpables de lo que ocurre. Aunque puedan tener cierto grado de responsabilidad (que no culpabilidad), tampoco eligen que su familiar padezca este tipo de enfermedades. De hecho, el tratamiento con ellos va enfocado a que se conviertan en grandes aliados de cara a la curación.
Sólo afecta a mujeres.
“Estas niñas con la dieta…”
“Las mujeres hacen locuras con tal de meterse en el bikini”.
“Eso es cosa de mujeres…”
“A los que somos hombres de verdad no nos importa tanto la imagen”.
Aunque se ha reconocido una mayor prevalencia de mujeres y en la etapa de la adolescencia (Gómez-Candela et al.; 2018), estos trastornos pueden afectar a todo tipo de personas, por lo que pensar que es una enfermedad de “mujeres” puede aumentar el estigma en los hombres que los padezcan, interferir en la conciencia de enfermedad y retrasar la búsqueda de ayuda y/o tratamiento. Según estos autores, a día de hoy se estima una prevalencia combinada del 13% para todos los TCA, siendo el Trastorno por Atracón el que representa el TCA más prevalente en adultos y la Anorexía Nerviosa la más frecuente en mujeres jóvenes.
Por todo ello, tenemos que ser conscientes de que pueden padecer un TCA personas de diferentes clases sociales (Acerete, Trabazo & Ferri, 2010) y nivel socioeconómico, de ambos sexos, a diferentes edades y con diferentes pesos y cuerpos.
Es imposible recuperarse de un TCA.
“Pues…eso ya es para toda la vida”.
“Siempre tendrás mente de gordo o de anoréxica, con lo que tienes que tener cuidado con lo que haces”.
Hay que tener en cuenta que estos trastornos son muy peligrosos, ya que ponen en entredicho la salud física y mental de la persona, hasta el punto de que existan complicaciones médicas o que, en casos extremos, se den autolesiones e intentos de suicidio.
Pero su recuperación es posible, y más aún si se da detección precoz y se interviene de forma adecuada con tratamiento multidisciplinar (psicológico, médico y nutricional).
Si no vomita, no tiene comportamientos compensatorios.
“Lo suyo no es muy grave porque no vomita.
Si vomitase ya sí estamos hablando de un problema”.
La presencia de vómitos es propiamente conocida en la bulimia nerviosa, pero, por ejemplo, también puede aparecer en el tipo purgativo de la anorexia nerviosa, al igual que pueden tener lugar otros comportamientos compensatorios distintos, como pueden ser el ejercicio físico excesivo o el uso de laxantes, enemas o diuréticos.
O, por otro lado, puede que esté desarrollando un trastorno en el que no aparecen conductas compensatorias a la ingesta en forma de atracón.
Por todo ello, no hay que quitarle importancia a la patología porque determinados comportamientos estén ausentes, porque los TCA son diferentes pero todos van acompañados de mucho malestar y pueden llegar a comprometer mucho la salud.
Acerete, D. M., Trabazo, R. L., & Ferri, N. L. (2010). Trastornos del comportamiento alimentario: Anorexia nerviosa y bulimia nerviosa. Protocolo AEPED. Capítulo, 7.
Gómez-Candela, C., Palma-Milla, S., Miján-de-la-Torre, A., Rodríguez-Ortega, P., Matía-Martín, P., Loria-Kohen, V., … & Castro-Alija, M. J. (2018). Consenso sobre la evaluación y el tratamiento nutricional de los trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón y otros. Resumen ejecutivo. Nutrición Hospitalaria, 35(2), 489-494.